El despacho de Ailara

Tras las lianas que cuelgan del arco de piedra encontrais una de las visiones mas sobrecogedoras de vuestra vida. Sobre una charca flota el nenúfar mas grande que alguna vez hayáis imaginado, sus pétalos plegados sobre sí mismos permiten acceder al interior de él, estos plieges componen también los asientos y la superficie de escritura. Colgando de entre los petalos, flores de forma de copa contienen diversos líquidos, por su perfume néctares, licores y tintas, entre otros. Y aun en medio de esta belleza y los aromas que los líquidos emiten, no podéis sacaros el olor a sangre y el dulzón de la muerte de la nariz.

Llego a mi pequeño templo particular y dejo caer la tunica vieja. Me baño en las aguas claras. Despues entro en el nenúfar, esta vez escojo una fragancia dulce de miel. Escojo un vestido azul de seda.
Me seco el pelo haciendo uso de mi magia elemental. Algo que cedric reprobaria con todo su alma. Lista para salir me calzo unas esclavas de cuero..

Por fin, ahí está, vestida como una princesa elfa, y oliendo igualmente bien. No puedo evitar preguntarme si no estará preparándose tanto para Cedric. La simple idea me molesta, tanto que tengo que apretar los dientes para no soltar unas barbaridades de las que luego me arrepienta. Ahora hay otras prioridades, y no es pelear por un... magucho, algo que sin duda no pienso hacer. ¿Le quiere para ella? Bueno, pues si él está conforme, todo suyo. ¡Como si me importara, ja!, pienso, y al mismo tiempo siento un extraño ardor en el estómago. Decido no pensar en ello.

—Ailara —la llamo—. Te necesitamos en la enfermería. ¿Sabes la chica Drágnea? Pues está herida. Bastante, la verdad. La he dejado allí dormida, así que ve en cuanto puedas. Y si es ya, mejor que mejor. Yo vuelvo ya al vestíbulo, por si llegan más nuevos. Te espero allí.

Tras salir a trote de la enfermería empiezo a correr con más fuerza hacia los terrenos del bastión. A medida que voy cogiendo mas velocidad noto como mis músculos se van moviendo y como mis rasgos animales se van haciendo mas visibles dándome más fuerza y velocidad. Corro como el viento hacia el despacho de Ailara.

Cuando llego veo allí a Ailara que parece un poco sorprendida de verme en mi forma híbrida. -No hay tiempo.-Digo en un gruñido.-Tengo que llevarte a la enfermería donde hay un shima moribundo.

Ayudo a Ailara a montarse en mi lobo y corro de vuelta a la enfermería con ella a mi espalda.

Al fin de vuelta, que difícil era estar guapa, incluso teniendo la habilidad de moldear un cuerpo perfecto.
Meticulosa vuelvo a asearme, me doy un baño en las aguas claras mientras pececitos se comen las capas de piel muerta, y los néctares de las plantas de mi propia creación satisfacen mi sed.
Era una agradable sensación estar viva, otra vez.