La biblioteca

Magnífico. Nadie podría pedir más que lo que yo tengo en este momento. Una elfa que me salta al cuello en cuanto tiene oportunidad. Una Shima muy cabreada, que seguramente también tiene ganas de saltarme al cuello pero con otras intenciones menos románticas. Y por último y no por ello menos importante, un Efreet repelente a quien yo tengo ganas de saltar al cuello. ¿No es divertido?
Espero que el mundo exterior cambie mientras Nana y yo nos enfrascamos en la lectura de los libros de la biblioteca, y ya de paso que Anthros se pierda por el camino y no venga.

Y ahí estamos, en la biblioteca. Lugar extraño para desenterrar secretos, pero de haber algún tomo vivo del anterior dueño de esto, tiene que estar aquí. Cuando vinimos sé que encontramos varios, pero los dejamos aquí porque en su momento no nos parecieron relevantes. Además, a simple vista parecían volúmenes inútiles que, de poseer conocimientos, seguramente los sabríamos (o eso quisimos pensar). Después de todo, teníamos que reconstruir un lugar como aquel piedra a piedra.
Carraspeo suavemente. Pero Cedric no se da por aludido. Paso al plan B: cierro el libro de golpe. El efreet da un respingo y vuelve a su lectura. Al fin.
Sé en lo que está pensando, es tan efusivo con sus pensamientos que soy capaz de entreverlos hasta sin proponérmelo. Entonces recuerdo qué es lo que llevo en el bolsillo. Lo preparé hace días, pero se me había pasado por completo. Aunque no sé si es el mejor momento. Está tan alterado que el efecto será casi nulo. Mejor me lo guardo para cuando se calme.
- ¿Has encontrado algo? - pregunto, a sabiendas que es muy posible que me diga que no.
Balbucea un par de incongruencias y revuelve un par de papeles.
- Yo tengo algo, pero está incompleto. Parece un plano - digo y se lo tiendo -. Está escrito en una especie lengua rúnica. Es demasiado avanzada para que yo la entienda por completo. Se parece más a tu alquimia.

Llego a la biblioteca y se produce un choque de sensaciones que me deja parado frente a la puerta: una natural repulsión ante el efreet y una atracción similar de cierto ente cada vez más impaciente hacia cierta gnoma.
Suspiro y entro en la estancia, donde puedo ver a Nanairo y a su mascota skuglan.
"Hola", pienso, mirándola a ella fijamente a los ojos por un instante para que capte el mensaje. Cuantas menos palabras cruce con Cedric, mejor me sentiré. ¿Si se molesta? Eso sólo puede ser un punto añadido.
— ¿Algo interesante?

Sonrío al detectar el fugaz saludo de Anthros. Hay cosas que no cambiarán nunca.
— Vaya, Anthros. Qué rápido has venido. Pues... — rebusco un segundo y temino enseñándole el otro pliego de papeles —. De momento, sólo eso. Y para mí es tan indescifrable como lo es a simple vista. Sólo consigo ver retazos.
Dejo que los examine mientras cuelo un fugaz pensamiento en su mente.
"Comportate, todos formamos parte de este todo", le recuerdo. "O, al menos, disimula mejor, como mínimo mientras haya más gente delante."
Sin Cedric, mi poder de forja se debilitaría. Su poder en bruto es mayor que el mío. Al contrario que sucede con el control.
La verdad es que no tenía por qué haber intervenido, pero es que empiezo a cansarme de ser la parte neutral en todo enfrentamiento. Al final me recluiré en mi taller y...
No, tampoco. Los alumnos no se lo merecen, y Kay tampoco.
Además, sin mediadores, seguro que la sangre llega al río antes de lo previsto.
¿Tan dificil es la tolerancia aquí? Dioses, es una de las primeras reglas para una convivencia.

Entro en la biblioteca sin hacer ruido. Debo admitir que es la más grande que he visto en mi vida. O eso creo.
Parece que esta ocupada. Veo que parecen estar debatiendo.

Decido dejarles tranquilos y empiezo a pasar los dedos por los libros. Busco uno sobre medicina.
Por algo hay que empezar.

Cuando lo encuentro, cojo el tomo y me voy a un lugar tranquilo y discreto. Abro el libro por el primer capitulo y empiezo a estudiar lo básico. A pesar de que ya tenía algunos conocimientos muy limitados sobre el tema, preferiría que en el futuro no tuviera que necesitarlo.
No hecho más que leer unas líneas y no puedo evitar levantar la vista de nuevo para contemplarla.

Este sitio, tiene vida. Por eso quizá me siento tan feliz de estar aquí. Estar cerca de las cosas vivas, me hace olvidar lo que soy ahora. Me hace sentirme viva a mi también. Solo con eso y con el conocimiento que encuentro aquí soy feliz.

Regreso a mi pesada lectura. No hay tiempo que perder.

Alzo la cabeza momentáneamente y observo a la estudiante que se ha colado cual polizón. Despacito, tratando de no hacerse notar, coge un grueso volumen de remedios médicos que dudo que llegue a comprender enteramente, pues es de los que suelo ver acarrear a Ailara cuando tiene dudas concretas y específicas, y se recluye a una esquina. Por desgracia, su mente no pasa desapercibida. En mi caso concreto, la detección de mentes en mucho más fiable que otros sentidos.
Y entonces viene el escalofrío. Se me eriza la piel del brazo. Me extraño y me paso la mano para que se me pase esa sensación.
Me debato durante unos segundos en si en ir a saludar, pero prefiero dejarlo para otro momento. Además no me fío de los dos chicarrones que me acompañan. Si me alejo, lo mismo terminan enzarzados a mordiscos, y no es muy buena imagen para enseñar a los alumnos. La situación se sostiene en precario equilibrio. Ahora que lo pienso, es la elfa de "necesidades especiales" de la que habló Ailara. No había más elfas nuevas. Me pregunto qué tipo de necesidades serán. No parece tonta... O lo disimula muy bien con ese grimorio. Su mente además, vista desde fuera parece normal.
O Ailara ha exagerado, cosa que dudo para temas como este, o es otro tipo de trastorno que no soy capaz de entrever con mis habilidades.
En fin, da igual. Ella parece enfrascada en su lectura, haremos lo propio. Pero, sutilmente, creo un Velo de los Secretos a nuestro alrededor, una ampliación del los útiles Pasos de Gato, pero aplicable a un área. Me permite regular todo el sonido de una escena pequeña, como la mesa en torno a la que nos encontramos. Ahora, nadie escuchará nada de nuestra conversación, sólo finos cuchicheos sin sentido, lo que yo deje salir oportunamente para que el velo pase desapercibido.
Después me presentaré, cuando terminemos con esto.

El libro es más complejo de lo que me esperaba, pienso. Pero lucharé por entenderlo. Me levanto a buscar libros que puedan servirme de ayuda. Tras mirar las estanterías, un buen rato. Encuentro los libros que busco. Gracias a esto, podré estudiar sin problemas. Tengo mucho que hacer, pero adoro los retos. Solo necesito un buen cerebro, dos ojos bien abiertos y una mano para ir pasando las paginas.

De nuevo en mi asiento, empiezo a leer con avidez. Ahora sí. Ahora entiendo bien las cosas. Pero creo que voy a tardar bastante en aprendérmelo de memoria, además de entenderlo. Pero que caray, soy una elfa y los elfos somos inteligentes.

De vez en cuando escucho algunos murmullos, parece que la pequeña discusión se a tornado en algo mucho más tranquilo.
Este lugar es muy apacible. No necesito comer, no necesito dormir. Pero si necesito leer, aprender y comprender. Y me encanta leer. Vaya si me gusta. Me pregunto si habrá por ahí papeles y lo necesario para redactar mis propios apuntes. Miro de nuevo, busco y encuentro.

Por segunda vez regreso a mi asiento y me digo para mí misma.

-Manos a la obra. -El pequeño sonido que hago al escribir se expande como un sordo eco por la biblioteca acompañado de los ocasionales murmullos que llegan de lejos.

Me cuesta reconocerlo, pero me he dejado llevar. Así que trato de rectificar de forma ejemplar mirando al efreet con gesto de "reconozco-que-existes-y-estás-ahí".
"Espera...", pienso, alerta."¿Qué es eso?"
Algo se enciende en mi mente como una antorcha en absoluta y perpetua oscuridad. ¿Qué demonios puede ser? Reconozco esa sensación, pero no esperaba que fuese tan fuerte; no esperaba que fuese...
—Nigromancia—musito asqueado, y en ese momento aparece por la puerta el sujeto en cuestión: aparentemente es una elfa, pero lo que quiera que fuese murió hace tiempo, quedando un mero remanente, una cáscara vacía con una esencia maldita.
La chica trata de pasar desapercibida, pero en mi cerebro siento grabarse a fuego un sonido, una llamada, un maleficio, una sed de venganza: Loren, es lo que su alma parece gritar.
Contemplo amenazante la silueta que sobresale del cuerpo de la joven, una sombra que la rodea y a la que está unida.
No me doy cuenta, pero las uñas de mis manos se clavan en la madera muerta con ansiedad.
No soy consciente de la gnoma y lo que puede estar queriendo decirme en estos momentos, y ni siquiera del efreet.
Sólo estamos ella y yo.
"¿Quién eres?", le mando a su mente con un tono accidentalmente amenazante.
Me estoy alterando demasiado. Tengo que controlarme. Tenemos un tema que solucionar. Por poco que me guste este, debo aguantarlo hasta que
"Hablaremos muy pronto tú y yo", sentencio, y me obligo a volver a la realidad, intentando centrarme en la repulsión que Cedric me transmite para diluir mi estado de ánimo.
Demasiadas cosas que hacer, demasiadas. Pero primero el pozo. ¿Por qué demonios entrarían en el dichoso pozo?

Perfecto. Justo lo que me faltaba. Un Drágneo estirado. Lástima que no se haya equivocado de camino, finalmente. Ahí está, tan erguido y regio, mirando por encima del hombro, como si él fuera más que los demás.

Parece que le cuesta un rato darse cuenta de mi presencia, ya que primero se centra casi absolutamente en Nana, lo cual me resulta de lo más curioso, después decide interesarse por nuestros (o mejor dicho, los de la Gnoma) progresos, y finalmente, con un gesto que interpreto de resignación, me mira, reconociendo mi presencia.

Es entonces cuando se tensa y abre los ojos con sorpresa. Creo que nunca he visto al Drágneo tan alerta, ni mostrar una emoción tan obviamente. De acuerdo, quizá no es tan obvio, pero como he estado observándole por el rabillo del ojo desde que ha entrado, he percibido el cambio.

¿Y no es casualidad que justo cuando él se tensa, aparezca por la puerta la nueva elfa, la muerta? Sorprendente. El reptil aquí presente no sabe nada sobre el estado de la chica, o al menos eso creo. ¿Es posible que haya percibido algo respecto a la naturaleza de ella?

Si lo ha hecho, me sorprende la rapidez con la que interpreta lo que percibe. Si no lo ha hecho, y espero que sea así, ojalá sea mi presencia lo que le tensa. Me alegra mucho, ni se imagina cuánto, saber que la repulsión que siento hacia él me es devuelta. Está bien saber que al ser de hielo le afecto tanto.

Con un poco más de diversión, dejo que socialicen mis dos compañeros, y yo me centro en la búsqueda de información.

Por un momento me detengo. Me ha parecido escuchar algo. O sonó dentro de mi cabeza. Pero estoy tan inmersa en la lectura que quizá me lo haya imaginado. Percibo cierta tensión en el ambiente. Aunque me imagino que es por la Biblioteca. Está tan majestuosamente construida que hasta a mí me parece sobrecogedora. Miro por el rabillo del ojo a los reunidos en la estancia. Despiertan mucho mi curiosidad. También intuyo que son poderosos.

Mientras repaso las hojas con rapidez y elegancia. Procuro memorizar cada palabra que leo. De pronto, sin previo aviso. Dentro de mí surgen recuerdos de mi infancia de nuevo. Cálidos y agradables. Loren y yo, de niños en el pequeño escritorio de su abuelo. Mientras él nos leía cuentos, nosotros nos tumbábamos en el suelo. Es una tierna y breve escena que creía haber olvidado. De esas que están ahí. Loren...por un momento mi rabia hacia el desaparece y me invade una extraña tristeza que recorre todo mi cuerpo. No se sí mis lágrimas brotan de mis ojos. Pero desde luego, mi alma maldita llora en silencio.

Intento desentumecer mis músculos con cuidado de no reabrir mis heridas y continuó leyendo. Estudiar y estudiar, que gran placer.

Esto me va a doler...
— ¿Y tú qué ves ahí—"C-c-c-cszzzz... C-c-ecszzz... Ce-ce-cedszzz... ¡¡Ce-ce-cedrrrrrrr!!"—... Cedric? —Ya está, ya lo he dicho. No le resultaría raro de no ser por el final de la pregunta, y Nanairo me mira con un disimulado gesto de sorpresa. Espero que haberle nombrado por primera vez no sirva de precedente ni malinterprete la intención—. ¿Sabes leer ese mapa?
Creo que ha surtido efecto. Ya me siento peor (pero más cómodo y centrado).
No deja de resultar irónico que el efreet me ayude equilibrarme. Tal vez no sea tan prescindible, aunque no dejará de ser un payaso.
Un payaso imprescindible.
>>Hay que buscar entre conjuros y maleficios. Si se ideó el pasadizo del pozo y lo que aguarda allí como una trampa o una cárcel, lo más probable es que esa idea madurase aquí.
Cuando descartemos la posibilidad de la trampa, podré relajarme en ese aspecto.

Levanto la cabeza al escuchar a Anthros pronunciar el nombre de Cedric. Contengo cualquier gesto que pueda dar pie a una discusión.
Pero entonces, aparte del mapa, noto algo más. La perturbación del escudo una vez más.
Siento unas ganas irrefrenables de salir corriendo para recibir al nuevo. Miro a Anthros y a Cedric. Definitivamente no puedo irme, ni puedo mandar a ninguno de ellos a atender a las visitas, porque urgen más los planos. Me contengo entonces al recordar que Ailara y Kay ya se están encargando de ello. Si necesitan algo, saben dónde estamos. Así que trato de tranquilizarme poco a poco.
Respiro profundamente y presto atención a lo que Cedric está a punto de decir.
— Adelante, Cedric. Te escuchamos. El lugar ya es seguro — sentencio.

No vivo del asombro. ¿He escuchado bien o se me habrá metido un bicho en el oído? ¿El brujo me ha llamado por mi nombre?
"Qué asco", pienso. Debería sentirme halagado, extrañado, preparado para un ataque del dragneo o algo imprevisible, pero sólo puedo sentir un imparable escalofrío. "¿Se habrá enamorado de mí... o algo peor?"
"Hay límites que es mejor no cruzar, dragneo. Si lo que quieres es ser más cordial, baja esos aires de superioridad. No hace falta que me recuerdes cómo me llamo."
—Esto... bien—digo mirando a la gnoma, centrándome en lo que toca—, sí que es avanzado, pero puedo distinguir la mayor parte. Viene a ser un mapa del bastión en su origen, y se detalla un pasadizo subterráneo bajo él. Pero no se trata de que esté incompleto. Le falta una parte, sí, pero el pasadizo va por aquí—señalo con el índice—. El final del pasadizo está deliberadamente oculto, fíjate—le digo, señalando ahora en la zona central, algo alejado de lo que se puede interpretar como la torre, aunque mi tono llama también al frío dragneo—. Está sin terminar.

Cuando termino mis apuntes, al cabo de un buen rato, mientras los demás continúan murmurando cosas que no entiendo, a pesar de mi fino oído de elfa. Me levanto con sigilo y agilidad y me dirijo a la salida, dejando los libros en su sitio.

Los folios bajo el brazo, y una expresión de satisfacción en el rostro. Ahora creo que iré a dar un paseo por el lago, allí donde me encontraron. O donde me encontré, pienso sin darle mucha importancia.

Repaso con la mirada a los presentes, que parecen observar un plano, o eso parece. No estoy segura. No importa, no me interesan los planos.

Loren, mi rabia se enciende de nuevo. Pero la melancolía que sentía al recordar nuestra infancia continua allí como novedosa sorpresa.

Sacudo la cabeza y pienso que el presente es lo que cuenta, no el pasado.

El aire me despejará las ideas.

Observo cómo la elfa sale de la biblioteca y, casi sin quererlo, respiro un poco más tranquila. Mejor que los alumnos no sepan nada de lo que nos traemos entre manos. Al menos, hasta que nosotros mismos lo tengamos claro. Por eso mismo, no quito el Velo.
Miro a los dos hombres y pienso en las últimas palabras del mago.
— Lo que quiere decir — empiezo — que tenemos tres alternativas. La primera, que no aparezca en ningún plano a propósito. La seguda, que no tengamos el plano adecuado. La tercera, que se terminara de forma posterior. Porque, por lo que has dicho, sólo aparece la parte de la gruta que era natural, no la artificial que encontramos nosotras cuando fuimos hacia adelante.
>> Eso me da por pensar en varias opciones. La primera es que busquemos más aquí. La segunda es que nos arriesguemos y, de ser una trampa, que de momento no lo ha sido, neutralizarla entre todos. Lo único que hemos encontrado hasta el momento han sido acertijos, de varios tipos. Uno de ingenio, otro de lógica... Así que, no podemos llegar a saber más.
>> Con todo esto, ¿qué hacemos?
Dejo la pregunta sobre la mesa, y me levanto de la silla en la que (por mi tamaño) me he visto obligada a sentarme sobre una montaña de libros sobre "el apasionante mundo de los minerales porosos".
Estiro las piernas y procuro no alejarme más de un par de pasos, o el Velo se deshará.

La elfa se marcha y ni me inmuto, pero las palabras de Cedric hacen que cobre fuerza la idea que me rondaba por la cabeza.
Nanairo, por lo pronto, parece querer muy optimista la opción arriesgada, aunque es prudente pidiendo previamente nuestra opinión. Por otro lado, la dinámica explosiva del efreet sin duda le hará preferir trabajo de campo a una insulsa tarea de investigación que quizá no nos lleve a ninguna parte.
¿Qué elegir, pues? ¿Vale la pena arriesgar todo lo que hemos iniciado aquí y las vidas de quienes han acudido a la llamada por un mero impulso?
"Ya es tarde", me doy cuenta. "Desde el momento en que entraron en el pozo la decisión estaba tomada".
Si hubiesen sido prudentes, podríamos haber elegido qué hacer... Tendremos que afrontar las consecuencias de nuestro destino. Pase lo que pase y haya lo que haya, íbamos a acabar abajo igualmente.
Y entonces algo me dice que no es una trampa, ni serán meros obstáculos que debamos superar. "Esto es importante, y ya estaba escrito. Estaba escrito desde el arrebato hasta la duda", concluyo. "La pregunta es... ¿por qué?"
—Sólo hay algo que podamos hacer—respondo sin más, antes de dar lugar a la heróica y decidida intervención de nuestro predecible compañero—. Vamos por los demás.
Y doy pie a la salida. Ya no quedan palabras que decir.
El pozo nos espera.

Cuando entro en la biblioteca me sorprendo por la imagen que veo. Nanairo está paseando de un lado para otro, el Drágneo está comenzando a andar en dirección a la puerta, y el cazurro de Cedric tiene una sonrisa satisfecha en los labios. No sé cómo interpretar lo que ocurre, así que opto por preguntar:

—¿Alguna novedad? ¿Volvemos al pozo, finalmente? —La idea no me entusiasma demasiado, la verdad. No ahora mismo, con tanto alumno suelto por el Bastión— Por cierto, Nanairo, hay un Gnomo herido esperándote en la enfermería. Quería hablar con el líder de la resistencia. Es como tú, así que te cedo el honor —bromeo, esbozando una media sonrisa en su dirección—. Y, bueno, ¿entonces, ibais a algún sitio?

Me doy la vuelta al ver a Selene y, acto seguido, descorro el velo.
— Hola — saludo —. Sí, tenemos que volver al pozo. Alguien se molestó muchísimo en que no apareciera el túnel en ningún plano. Pero era evidente que tarde o temprano descubrieramos algo. Así que la única pregunta que nos queda es: ¿es una trampa o un reto?
Sonrío mientras camino hacia su lado, y me pongo entre ella y Anthros (como que no quiere la cosa). No en vano, soy ilusionista. Sé guardar las apariencias, cuando me interesa.
— ¿Un gnomo? ¿De verdad? ¡Al fin, el primero! — suspiro con alivio, y me siento mejor —. Empezaba a preocuarme de que no llegara ninguno.
Menos mal. Me temía que los hubieran exterminado. Ya nos esclavizaban para forjar armas, o encantarlas, e incluso para interrogar a aquellos con aptitudes para ello. Por nuestro pequeño tamaño, nos consideran más vulnerables.
>> Iré enseguida. Vosotros podéis ir yendo al pozo... ¿Y Ailara y Kay? ¿No estaban contigo? — pregunto entonces, acabo de percibir su falta —. ¿Están atendiendo a los nuevos todavía? ¿Tantos son?

—Atendiendo a los nuevos, claro... —ironizo. Me cruzo de brazos a la defensiva—. He ido a buscar a Ailara para que vaya a la enfermería, porque hay personas heridas ahí, algunas muy heridas, pero no ha aparecido aún, la muy... vaga —digo, conteniendo lo que verdaderamente quiero expresar—. Se estaba vistiendo y perfumando. Y Kay... de él no sé nada, directamente. Debería estar en el vestíbulo, pero las veces que he pasado por allí y he recogido a gente, él no estaba. Tal vez esté en el pozo.

Les miro a los tres y me encojo de hombros.

—Entonces qué, ¿vamos?

Niego lentamente con la cabeza, meditando lo que estoy a punto de decir.
— El pozo está sellado, y nai eexcepto tú — digo dirigiéndome a Selene — puede abrirlo. Creo que lo que deberíamos estar haciendo es volcarnos más en los recién llegados. De momento, nos necesitan, más que el pozo. Cuando los que acaban de llegar estén sanados y adaptados, podremos centrarnos en ello. De todas formas, ha estado oculto hasta ahora. Por que lo ignoremos un par de lunas, no va a pasar nada.
Miro al Dragneo.
>> Así tú podrás investigar más. Me ofrezo a ayudarte. Admito que es bueno saber a qué nos enfrentamos.
Recojo los libros que he estado usando y los guardo en la estantería.
— Ahora iré a atender al gnomo de la enfermería. Anthros, me gustaría que vinieras conmigo. Hasta que venga Ailara, tenemos que tranquilizar al personal.
>> Si lo preferís, vosotros dos podéis seguir investigando aquí. Después que alguno vaya a recoger a Ailara, que ha elegido el mejor momento para acicalarse...
Suspiro, pero vuelvo a recuperar mi sonrisa. Lo estudiantes no necesitan más caras tristes.
Arrastro a Anthros conmigo y abandonamos juntos la biblioteca.

Miro a Cedric cautelosamente cuando Nanairo y Anthros abandonan la biblioteca. ¿Quedarme con él a solas? Ja, va listo. Si quiere que se quede solito. O mejor...

—¿Por qué no vas tú a buscar a Ailara? Seguro que valora tu presencia mas que la mía. Pero, eso sí, procurad no entreteneros demasiado que hay alumnos muy gravemente heridos. Yo volveré al vestíbulo por si llega alguien más. No queremos que nadie se sienta ignorado, ¿verdad?

Con un movimiento rápido, me doy media vuelta y empiezo a salir de la biblioteca.

La actitud de Selene está empezando a quemarme, valga la ironía. ¿Sigue ofendida por lo de Ailara, algo que ni siquiera vi venir? Pues estamos buenos. Primero el efreet prepotente, y ahora esto. Por eso mismo, termino perdiendo los estribos. Lanzo una corriente de aire que cierra la puerta de la biblioteca de un portazo, justo delante de sus narices. Ella se sorprende y se da la vuelta mirándome con gesto de ofendida, pero sin perder ni un ápice de su orgullo.
— Ya basta. Estoy cansado de tus insinuaciones, Selene. ¿Acaso quieres que las vuelva realidad? ¿Eso quieres? Porque, si es así, igual sí que me paso a visitar a Ailara. En lo que a mí respecta, estoy cansado de recibir tus puñales. Cuando decidas parar, te escucharé. Depende de lo que tardes.
Dicho esto, me acerco a ella, paso por su lado y, con un gesto de despedida característico de las cortes imperiales, salgo de la habitación empujando la pesada puerta que yo mismo he cerrado en dirección al pasillo.

Ja. Lo que me faltaba. Que encima vaya él y se enfade. Tendrá morro, el muy… idiota… Apretando los labios para no gritar de frustración, le sigo al pasillo, con paso rápido y furioso, pero aun así prácticamente inaudible. Dejo que la puerta se cierre tras de mí de un portazo, y casi gruñiendo, acelero el ritmo.