El Bastión Espejismo
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La líder rebelde

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Mensaje  Nanairo Miér Feb 24, 2010 4:54 am

Me crié en las minas de cuarzo de un pueblo llamado Navín, escondido en las entrañas de las montañas Vorgerth. Recuerdo que todo brillaba por el cuarzo esculpido, por los diamantes, los cristales. Todo era precioso…
Hasta que la Guerra llegó.
Mi raza no es buena luchadora. No somos fuertes, ni flexibles. Aunque somos ágiles, no tenemos cualidades para empuñar armas más grandes que un arco corto o un puñal. Pero nuestro poder les resultó útil a los que nos recluyeron.
El polvo del desierto me ahogaba. Hacía demasiado calor. De la noche a la mañana, todo había cambiado. Estaba en el linde del bosque, en la frontera del territorio de los elfos. Mis ropas de colores se habían apagado hace tiempo. Ahora eran casi marrones. La arena no las dejaba brillar.
Nos usaban como interrogadores, como detectores de mentiras. Sabían de nuestras habilidades para la sugestión. Nuestra cara inocente y nuestros ojos hipnóticos eran infalibles. Era eso lo que les gustaba.
Sin embargo, lo que no se les ocurrió ni por asomo fue que esas habilidades que tanto explotaban poseían un doble filo, y se iban a cortar. Muchos tenían demasiado miedo como para atreverse siquiera a pensarlo, pero unos pocos no teníamos nada que perder. Ya nos habían dejado sin nada.
Fue allí, cuando la desesperación estaba a punto de matarme, donde conocí a Daryael. Era gnomo, como yo. Tenía el pelo rojo y verde y unos impactantes ojos esmeralda. Brillaban, pero no de alegría, sino de decisión.
Hacía meses que la idea de la rebelión había germinado y crecido en su mente. Llevaba semanas planeando huidas y, más aún, ayudando a grupos de refugiados a cruzar la frontera a espaldas de nuestros opresores.
Sin pensármelo dos veces, me uní a su causa. Era una niña, no tenía fuerza ni coraje, pero sabía que eso era lo que quería hacer.
La primera vez casi lo estropeo todo por un ataque de pánico. Por suerte, él estuvo siempre a mi lado en todo momento. Teníamos que cruzar un gran trecho del bosque hasta llegar a la orilla del Lago Lynn, donde estaba el campamento élfico.
Allí, otro de los nuestros tomaría el relevo.
“Alguien muy especial” dijo Daryael de forma enigmática.
Al llegar allí, una enorme bola de pelo aullador me placó. Segundos después, una lengua babosa me dio un lametazo en la mejilla. Cuando pude centrarme, descubrí un rostro extraño observándome. Ni elfo, ni efreet, ni dragneo… Entonces observé las orejitas que nacían de su cabeza. Un perro.
¿¿Hibridos??
Así era. Se llamaba Kay.
Por desgracia, las noches pasaron, las cosas se pusieron cada vez más difíciles. Y, un día que en principio era como otro cualquiera, al fin ocurrió el peor de mis temores. Nos encontraron.
Una lluvia de flechas cayó sobre el grupo. La mayoría de los refugiados fueron incapaces de continuar.
- ¡Vete! – me ordenó una voz a mi lado, Daryael.
Vi con espanto cómo sacaba un puñal y trataba de plantar cara a doce soldados que le rodeaban. Su empujón me había ocultado en las sombras, pero todavía no estábamos ni mucho menos fuera de peligro. Ninguno de los dos.
Quise gritar, salir en su ayuda, pero una mano me tapó la boca y me sacó de allí trotando. No pude ayudarle. Solo pude extender la mano en su dirección mientras Kay me sacaba de allí en volandas.
Recuerdo que él me miró, y me sonrió. Era su despedida. Esa sonrisa cálida y agradable. Su último regalo, antes de enfrentarse en una lucha desigual. A pesar de ser un hábil mentalista, no podría con tantos. No él sólo.
Esa noche lloré. Mi sonrisa y mi corazón estaban rotos, y yo era demasiado débil para afrontarlo. Kay estuvo a mi lado en todo momento, prestándome su lomo. Después, se unió a mi llanto, aullando a la Luna. Fue el aullido más triste que nunca había escuchado. El grito de la angustia, de la desesperación, de la pérdida. Lo que mis lágrimas no pudieron expresar.
Desde aquel momento, nada volvió a ser lo mismo. Yo tomé el relevo como líder. Sí, a pesar de mis escasos 14 años. Ahora me tocaba a mí ser fuerte. Volví a sonreír, pero ese trocito de alma que Daryael se llevó con él tan lejos dejó un hueco en mí que nunca volvió a llenarse.
Nanairo
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